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Una propuesta indecente

Una propuesta indecente

En Roma los cultos egipcios habían llegado sobre todo con esclavos y el culto a la diosa Isis pronto había ganado muchos adeptos entre el pueblo, pero estos cultos fueron fuertemente rechazados por los patricios y un hecho es emblemático de sus preocupaciones. Durante el reinado de Tiberio, ocurrió un hecho que se refiere a la propuesta indecente que el patricio Decio Mundo hizo a la matrona Paolina esposa de Senzio Saturnino; el caballero ofreció a la matrona doscientos mil dracmas por pasar una noche de amor con ella; pero Paolina rechazó cualquier propuesta y entonces el caballero decidió recurrir a una estratagema digna de Júpiter.
Paolina era adepta del culto a Isis y frecuentaba el Templo que estaba ubicado cerca de la Via Lata; Decio Mundo llegó a un acuerdo con los sacerdotes que hicieron creer a la matrona que el dios Anubis se había enamorado de ella y quería encontrarse con ella a solas en el Templo por la noche.
Josefo, el historiador judío de la época flavia, dice que después de haber confiado en sus amigas y su marido, Paolina decidió ir al encuentro del dios Anubis. La matrona pasó la noche con el que creía ser el dios Anubis pero por la mañana, Decio se quitó el traje de Anubis y reveló el engaño de que había tenido la ayuda de los sacerdotes para una suma mucho menor de doscientos mil dracmas.
Paulina ofendida y enojada fue a contarle todo a su esposo Saturnino, quien incluso se dirigió al emperador Tiberio, cuyo deseo de erradicar el culto egipcio de Roma èl bien conocìa habíendo sido su legado en Siria después de la muerte de Germánico y el juicio de Pisón.
Tiberio intervino con decisión, Decio Mundo fue condenado al exilio pero los sacerdotes de Isis sufrieron una terrible sentencia: todos fueron crucificados, los ritos de Isis prohibidos en Roma, el templo de la diosa en Campo Marzio, el Iseo Campense, quedó devastado y la estatua de Isis arrojada al Tíber.
El castigo de Tiberio no logró cancelar el culto a Isis en Roma porque ya estaba muy extendido incluso entre los patricios fascinados por los misterios del culto; los "Misterios" eran los ritos que, bajo la guía de los sacerdotes, debían hacer los adeptos para acercarse a la diosa, la más poderosa de las madres. La ritualidad del culto era atractiva, todos los días se despertaba, lavaba, perfumaba, vestía y adornaba la estatua de la divinidad, luego se servía con las comidas y se exponía a la adoración de los devotos durante todo el día, finalmente por la tarde se la traía de regreso a la celda para pasar la noche.
Los adeptos vivían su vida esperando que los sacerdotes, los únicos a través de los cuales se manifestaba la diosa, les dieran acceso a ritos de la más alta espiritualidad.
No se trataba de ritos sangrientos sino de vivencias tanto físicas como místicas y de las que Apuleyo también proporcionó una descripción en las Metamorfosis (XI) donde cuenta del joven Lucio, transformado en burro y vuelto a la forma humana a través de ceremonias misteriosas.
Nada extraño en que Paolina hubiera creído lo que los sacerdotes de Isis le habían pedido; para ella el encuentro con Anubis, el hijo de Isis, fue solo un paso hacia la salvación isiaca y su renacimiento.
Isis era la poderosa diosa de una religión salvadora muy diferente de los caprichosos dioses del Olimpo pero, también era la diosa de las artes mágicas y sus sacerdotes eran considerados magos, especialmente el hierogrammateus, el escriba sagrado, que tenía la tarea de ejercer la magia para el bienestar de la comunidad.
Pero como demuestra la historia de Paulina con mucha más frecuencia, los sacerdotes-magos estaban dispuestos por dinero en hacerse cómplices de actos reprobables, si no crueles. Esta fue una de las razones por las que la magia fue fuertemente opuesta en la Roma del siglo I d.C. y el emperador Tiberio exilió a un gran número de magos y astrólogos y uno de ellos, un tal Pituano, lo hizo arrojar por la Roca Tarpea.



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